30 oct 2013

Aspectos metodológicos de la excavación de Piazza Armerina - Agosto 2007

La entrada de hoy forma parte del texto que preparé para una ponencia que di la tarde del día 21 de mayo de 2008 en una de las aulas de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla dentro de la Jornada de Iniciación a la investigación en Arqueología “La villa romana del Casale, Piazza Armerina, Sicilia”, organizada por profesores de los departamentos de Prehistoria y Arqueología e Historia Antigua. Es un poco árida aunque he intentado que su lectura sea bastante amena.
“Un grupo de estudiantes de Historia de la Universidad de Sevilla hemos participado en las dos últimas campañas de excavación (veranos de 2006 y 2007) que la Universidad de La Sapienza de Roma lleva a cabo en el asentamiento arabo – normando de Piazza Armerina en el centro de Sicilia durante los meses de julio y agosto.
Las excavaciones más recientes en Piazza Armerina se enmarcan dentro del ámbito de la arqueología medieval que en las dos últimas décadas ha empezado a ser más tenida en cuenta dentro de las universidades europeas aunque hoy en día aún se la sigue minusvalorando bastante. No entraremos en su problemática, ya que no es asunto de esta conferencia que se centrará en cuales fueron los aspectos metodológicos que utilizamos en nuestra intervención del pasado mes de agosto aunque también nos referiremos a la del mes de julio de 2006.
A pesar de que no poseemos mucha experiencia en arqueología de campo, uno de nosotros decidió poner por escrito lo que hacía cada día en la excavación y a su vuelta pasaría dichas anotaciones a ordenador surgiendo así unas breves y esquematizadas memorias de sus intervenciones de julio de 2006 y de agosto de 2007. Ahí podemos encontrar las actividades que dicha persona hizo cada día, los materiales que utilizó a la hora de llevarlas a cabo y alguna información adicional de interés.
Empezaremos hablando del diario de excavación, esa libreta en la que normalmente los colaboradores del director de la excavación anotan todas aquellas incidencias que nos hemos encontrado y a la que hemos tenido que hacer frente durante nuestra jornada de trabajo (Carandini, 1997: 158; Fernández Martínez, 1990: 75 – 76; Gutiérrez Lloret, 1997: 157; Mac Intosh, 1987: 87), y que posteriormente nos ayudarán a rellenar aquellas lagunas que puedan surgir cuando nos encontremos elaborando el informe y/o la memoria. En la actualidad, esta práctica ya tradicional se complementa con el uso de fichas estandarizadas para cada unidad estratigráfica siendo Harris y Carandini unos de sus primeros y principales defensores dentro de sus respectivas críticas del sistema Wheeler donde se usaba el diario como principal método de registro. Además de la documentación escrita, toda unidad estratigráfica ha de tener también una gráfica compuesta por dibujos de planta, perfil... que estarán hechos a escala sobre papel milimetrado, lo que ha hecho que el trabajo de campo haya desarrollado el empleo de los bastidores de dibujo (Roskams, 2003: 173) que normalmente son de madera, aunque, a veces, éstos se hacen en el cuaderno que sirve como diario (Fernández Martínez, 1990: 74; Mac Intosh, 1987: 84), sin embargo, en los últimos años ha mejorado mucho volviéndose más preciso gracias a los programas de diseño asistido por ordenador como AUTOCAD, muy utilizado por los arquitectos y cada vez más importante para los arqueólogos, y que se basa en la conjunción del registro espacial obtenido con la estación total y la fotografía digital para obtener dibujos a ordenador, superpuestos o no a la fotografía, de diferentes aspectos de la excavación; y finalmente una fotográfica donde deberán aparecer los siguientes elementos: una pequeña pizarra donde se hayan escrito con tiza blanca las siglas de la correspondiente unidad estratigráfica y la fecha (día, mes y año) en que se vaya a tomar la fotografía, que se hará con una buena cámara digital, un jalón de color blanco y rojo que se colocará bajo la pizarra (Carandini, 1997: 129) y, por último, una pequeña flecha blanca y negra señalando al norte.
Antes de llevar a cabo el registro de una unidad estratigráfica habremos de identificarla, excavarla siendo la mejor posición de pie o arrodillado (Carandini, 1997: 174) y limpiarla siendo esto último de gran importancia si se van a hacer fotografías del estrato. Es muy importante que recojamos los diferentes materiales que nos vayamos encontrando, ya que esto nos ayudará a datar y caracterizar el origen y la naturaleza de un determinado estrato. Éste se diferencia de otro por su textura, composición, color, espesor o contenido (Fernández Martínez, 1990: 125) y esto deberá ponerse después por escrito en la ficha correspondiente. Aunque no hace mucho tiempo las unidades estratigráficas eran registradas en los cuadernos de campo con descripciones escritas en líneas sucesivas y dibujos realizados en el reverso en papel de dibujo (Roskams, 2003: 145). Antes de dar por terminado este párrafo, deberemos tener en cuenta cuál será el lugar más adecuado para acumular la tierra que hemos extraído al excavar los sucesivos estratos y establecer el recorrido que las carretillas deberán hacer para acceder a éste (Carandini, 1997: 172).
Dentro del trabajo de campo limpiamos, siglamos y clasificamos cerámica. El siglado se hace con pluma y tinta negra en el borde, intentando evitar las zonas de rotura, de la parte interior de la pieza de cerámica y la letra pequeñísima pero ésta ha de ser legible. También limpiamos mármol y huesos de animales pero casi no vimos nada de madera, hierro, carbón y vidrio, ya que no se pueden mojar y, por otro lado, apenas han aparecido durante las excavaciones que se han llevado a cabo. Esto es lo que se hace en verano mientras que en invierno se dibujan, se fotografían y se estudian.
Sabemos que la excavación es el aspecto más atractivo del trabajo de un arqueólogo pero también es la parte más dura, meticulosa y lenta, sin embargo, es la más gratificante en el momento en el que se produce el hallazgo (Fernández Martínez, 1990: 59; Requejo, 2003: 26) y somos conscientes del importante papel que ha jugado en nuestra elección por esta profesión tan llena de mitos. Esto nos sirve de conclusión a nuestra exposición con la que intentamos dar una imagen de la excavación mucho más cercana a la realidad y bastante alejada, por tanto, de Indiana Jones.”
Bibliografía consultada:
BAHN, Paul y RENFREW, Collin (1998): Arqueología: Teorías, métodos y práctica. Madrid.
CARANDINI, Andrea (1997): Historias en la Tierra. Manual de excavación arqueológica. Barcelona.
FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Víctor M. (1990): Teoría y Método de la Arqueología. Madrid.
GUTIÉRREZ LLORET, Sonia (1997): Arqueología: Introducción a la historia material de las sociedades del pasado. Alicante.
HARRIS, E. C. (1991): Principios de estratigrafía arqueológica. Barcelona.
MAC INTOSH, Jane (1987): Guía práctica de la Arqueología. Madrid.
MOBERG, Carl – Axel (1992): Introducción a la arqueología. Madrid.
REQUEJO, Ricardo (2003): “Detectives del pasado. La profesión de arqueólogo.” Muy especial, 60, pp. 24 – 29.

ROSKAMS, Steve (2003): Teoría y Práctica de la Excavación. Barcelona.

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