28 dic 2012

Capítulo 7 "Tarde de sábado" ("Pinceladas al óleo")

"Ya había facturado y leía un libro sentada en una de las sillas de la sala de embarque. Habían pasado ya nueve años desde su primera excavación, la de la necrópolis de época islámica. La misma en la que participó al empezar el segundo cuatrimestre de su primer año de Historia y en la que aprendió mucho a pesar de haber podido ir muy pocos días.
Hacía tiempo que había dejado de relacionar su imagen de la Arqueología con las de las películas de Indiana Jones. Era un trabajo arduo el del arqueólogo pero ahora sabía que era su vocación.
Recordó la lluvia que cayó en esos días y que dificultó aún más las tareas de excavación.
Cerca de Cambridge había un castillo plenomedieval, inhabitado desde hacía siglos y apenas estudiado. Después de meses de negociaciones había conseguido los permisos de excavación.
Allí iba a tener la oportunidad de poder investigar acerca de sus dos pasiones: la crisis del siglo XIV en Inglaterra y las relaciones que existieron entre "Neanderthales" y los "Homo sapiens sapiens" en la transición del Paleolítico Medio al Superior.
Ése no era el único contrato que iba a firmar durante su estancia en Londres. También estaba el de la publicación de su tesina por la Universidad de Cambridge y la traducción, bajo su supervisión, de "Violeta" por la editorial "Penguin".
Cogió el móvil del bolso y marcó un número.
- ¡Hola, Maya! Soy la tía Dima. - Dijo con tono jovial. - ¿Le puedes decir a tu padre si se puede poner un momento al teléfono que quiero hablar con él? - Preguntó.
Maya, una niña de no más de tres años, era el gran secreto de Ginny Weasley. Ésa era la razón por la que había dejado el quidditch. Tenía futuro como buscadora pero decidió afrontar la responsabilidad de ser madre. Había encontrado a la persona con la quería compartir su vida y formar una familia.
El anuncio del embarazo de Ginny dio mucho que hablar en Inglaterra, ya que coincidió casi con el descubrimiento por parte de la prensa de su relación con Alejandro Yorkshire.
Mientras esperaba a que su hermano cogiese el teléfono, miró el interior de su cartera, llena de carpetas y libros.
Judith era una persona que en muchos aspectos los pasos que marcaba la sociedad en la que vivía los andaba al revés. No le gustaba ser igual a los demás y no le resultaba fácil expresar lo que sentía. Las personas que la conocían sabían que, a pesar de que a Judith era fácil hacerla explotar, lo que más daño le hacía y lo que más le atormentaba se lo solía callar, incluso a sí misma. Su sufrimiento no era visible ni tampoco fácil llegar a él.
Ese deseo de distinguirse de los demás acarreaba un alto precio: incomprensión, angustia, dudas. Buscaba respuestas y casi nunca las encontraba.


- ¡Hola! - Saludaron Lluvia y Pablo cuando llegaron a la fuente de Puerta Jerez.
- ¡Hola! - Dijo a su vez Harry mientras saludaba a Lluvia con un par de besos en la mejilla y a Pablo con un apretón de manos. - Ellos son Hermione, Ron y Ginny. A Valle y a Draco ya los conocéis. - Dijo Harry que a continuación añadió: - Ellos son Lluvia y Pablo.
- ¿Y Dima? - Preguntó Lluvia a quien le extrañaba no ver a su amiga allí.
- Está en Londres. - Respondió Harry.
- A mí me dijo que se iba el domingo por la tarde. - Comentó Pablo.
- Ha quedado con unos amigos mañana y se ha ido en el vuelo de las seis y media.
- ¿Dónde se queda? - Preguntó Lluvia con curiosidad.
- En casa de Alejandro. - Contestó Harry como si lo que decía fuese algo obvio.
Ginny se asustó. Judith iba a descubrir su secreto y no se fiaba de ella. Pronto serían cuñadas y todo saldría a la luz. No se habían conocido hasta entonces. Alejandro le había hablado de sus padres y de sus hermanas pero siempre tenía alguna excusa cuando sabía que iba a ver a Judith.
Los padres de Alejandro y Judith se conocieron durante unas vacaciones de verano cuando eran adolescentes y se casaron al alcanzar la veintena. Su madre aparcó durante un tiempo sus estudios de Matemáticas para criar a Alejandro quien pronto fue nombrado heredero de la corona británica al renunciar su padre a sus derechos al trono. Al poco de licenciarse nació Judith, después vinieron Natalia y Emma, educadas lejos de la patria de su padre donde Alejandro vivía desde niño y admiraba la tranquilidad en la que crecían sus tres hermanas pequeñas.
- Haber si voy a Londres y le hago una visita. - Comentó Lluvia con una sonrisa.
- ¿Me vas a dejar por Alejandro? - Preguntó Pablo con sorna.
- No te burles. - Dijo Lluvia muy seria.
Pablo lo había hecho para enfurecerla y lo había conseguido.
- No tienes que irte a Londres. El miércoles viene con Judith y con Maya. - Informó Harry.
Ginny fue la primera que se sorprendió. no sabía que hacer si decirlo o callarse. Optó por lo segundo pero todo saldría a la luz cuando Maya la llamase "Mamá" delante de los demás o Alejandro la saludase con un beso en los labios.
Recordó la revista que Judith y Harry leyeron en el desayuno. Era la misma que el día anterior había comprado en el aeropuerto. Habían descubierto su secreto.


Aún no había podido hablar a solas con Ginny. Habían terminado de cenar y ya no quedaba nadie en la cocina salvo ellos dos. Era el momento.
- Ginny, ¿podemos hablar? - Preguntó Harry.
No contestó. Su expresión era de desconcierto y frialdad.


Eran casi las cinco de la mañana. Todos dormían. Sentada en la mesa de la cocina, escribía folios y más folios. No podía parar e irse a la cama y descansar un poco. No se sentía cansada pero al día siguiente necesitaría litros y litros de café para mantenerse despierta.
Nunca había escrito nada que tuviese valor ni tampoco había estado horas y horas sin poder detener su mano mientras ésta escribía y dejaba volar su imaginación.
Acostumbrada al teclado del ordenador, había olvidado lo que sentía al escribir con bolígrafo sobre una hoja en blanco como cuando cogía apuntes en la universidad o con pluma sobre envejecidos pergaminos como antaño en Hogwarts. Más lágrimas recorrieron sus mejillas ya húmedas de tanto llanto.
Necesitaba desahogarse y dedicarse tiempo a sí misma. Nunca debió irse a Argentina. ¿De qué huía entonces? ¿Por qué no fue capaz de afrontar lo que la atormentaba sin necesidad de alejarse de todo lo que era su vida? Había llegado el momento de darle respuestas a esas y otras preguntas.


Correr le ayudaba a no darle vueltas a la cabeza. Lo necesitaba. No había dormido bien. No quiso despertar a nadie.
Necesitaba estar solo. Todo se había complicado de repente. Volvían a surgir sentimientos y recuerdos que creía haber olvidado. ¿Qué sería ahora de su vida? En Ucrania estaba Leysana y en Inglaterra, ¿adónde iría? Quería alejarse de todo durante un tiempo para pensar.
No había nadie por la calle. Podía respirar la tranquilidad de una ciudad que aún dormía.
Se había planteado dejar a Leysana y no volver a Kiev, y darle una segunda oportunidad a Hermione. ¿Dónde viviría? ¿En Inglaterra o Argentina? No se podía precipitar. Decidió darse tiempo."

Elena Velarde
Marzo - Abril 2006 (corregido en octubre de 2010)

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