17 dic 2012

Capítulo 5. "Poesía" ("Pinceladas al óleo")

"Bésame, ámame, enamórame.
Píntame con ligeras pinceladas
retratándome desnuda sobre el lienzo.
Fotografíame mientras me besas.

Ácidas tonalidades de cítricos
caracterizan tus fríos lienzos
impregnados de pasión y sensualidad
al exprimir limones y naranjas sobre ellos.

Sedúceme mientras con tus pinceles
en un revuelo de sábanas desnuda me retratas
con la piel nacarada y rosácea,
con los ojos celeste como el cielo del mediodía.

Maquíllame de verde lima los ojos.
Susúrrame al oído bonitas palabras de amor.
Perfúmame con pétalos de azahar.
Dulcifícame con tus afrutados besos de fresa.

Acaricia mi piel con tus suaves pinceles
abandonando la paleta junto al lienzo
donde mi desnudo cuerpo está ligeramente esbozado
despertando a la chica apasionada que hay en mí.

Deséame mientras tumbada en el diván
retratas mi atractiva desnudez.
Ámame al abrigo de la chimenea
abrasándonos por las llamas de la pasión.

Inspírame para escribir este poema.
Suéñame todas las noches.
Siénteme como a tu propia piel.
Escríbeme un poema que me haga pensar en ti.

Contrastes de fríos y cálidos pigmentos:
frías tonalidades en mis azulados ojos,
cálidas tonalidades en mis sonrosadas mejillas,
colorete y sombra de ojos difuminados.

Mójame los labios con gotas de limón.
Hazme disfrutar con tus besos.
Emocióname al regalarme un ramo de rosas.
Enamórame al besarme bajo el muérdago.

Tan bella como un pincel que se desliza sobre el lienzo
en una de las páginas de tu diario así me has descrito
mientras haces un boceto con mi figura
que dejas olvidado entre mis poemas.


Poesía. Añoranza. Siena.
Lo había encontrado en una carpeta llena de recuerdos. Todos eran de su año de Erasmus en Italia. Los únicos meses que convivió con Pablo, quien también eligió Siena para estar con ella.
Conocían pocas parejas que fuesen Erasmus el mismo año y en la misma ciudad. Lo normal era que uno de los dos se quedase en su país mientras que el otro aprovechaba esa experiencia o que tuviesen diversos destinos.
Después de todo el tiempo que había transcurrido desde entonces, aún mantenían amistades en Siena, los mismos que bromeaban acerca de su "matrimonio sin papeles" y que no entendieron porqué su relación se terminó poco tiempo después.
Parecían una pareja de recién casados, sin embargo, la vida suele traer sorpresas y giros de trescientos sesenta grados a sus protagonistas. Judith había dado el "sí, quiero" a Harry el mismo día de su último cumpleaños y Pablo salía desde hacía unos años con Lluvia, una joven empresaria a quien Judith siempre había considerado su mejor amiga.
Judith y Lluvia se conocían desde los tres años aunque no recordaban cómo comenzó su amistad. Durante varios años fueron vecinas en una urbanización de Montequinto. Cuando eran niñas solían estar siempre en los columpios, jugando al elástico que a veces ataban a una farola o al teje que dibujaban en el suelo, y en verano su vida giraba en torno a la piscina y su chiringuito. Al llegar a los doce años las cosas empezaron a cambiar, dejaron de jugar y empezaron a dedicar horas a charlar en los portales, la piscina... Los estudios, los chicos, la menstruación y la depilación eran los temas de conversación más comunes en esa época pero también otros, más secundarios que no por ellos menos importantes.
La mudanza significaba cambio y era la primera vez que deseaba alejarse de Montequinto. El oír esa esa palabra era una de las cosas que más temía escuchar de sus padres cuando contaba unos trece años pero con quince lo necesitaba. Dejaba atrás una etapa importante de su vida, cuyas heridas nunca terminaron de cicatrizar, y empezaba otra con ilusión.
Fue entonces cuando conoció a Pablo y su vida dio un giro de ciento ochenta grados. Fue en una fiesta de cumpleaños a la que ambos habían sido invitados. No pasó nada entre ellos dos pero si hubiese sido al revés, tampoco lo volvería a ver, pensó Judith.
Pablo era casi un año mayor que Judith y en apariencia poco tenían en común. Ambos pensaban que las diferencias eran enriquecedoras, siempre y cuando se respetasen, y que se podía aprender de ellas sin dejar de ser uno mismo. A medida que se conocían , descubrían que se parecían más de los que en un principio creían.
Más de una vez Judith estuvo a muy poco de reconocerse a sí misma que le gustaba Pablo pero sentía terror. Sin embargo, una conversación por teléfono hizo que decidiese afrontarlo y se lo comentase a un número muy reducido de amigas.
Aún no sabía de donde había sacado el valor para confesarle a Pablo lo que sentía por él. En ese momento Pablo estaba sin pareja y no se planteaba empezar una nueva relación, menos aún con Judith a quien veía como una buena amiga pero, gracias a su valiente confesión, empezó a mirarla con otros ojos. Judith no sentía tristeza ni desasosiego, sino tranquilidad porque su amistad con Pablo se fortaleció y resultaría difícil que se rompiese.
Empezaron a salir con la llegada del otoño y el comienzo de las clases. Lo recordaba bien. Fue el día del Pilar en los jardines del Alcázar. Habían quedado para dar una vuelta y en ningún momento Judith sospechó lo que esa tarde soleada le deparaba."

Elena Velarde
Marzo 2006 (corregido en octubre de 2010)

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